sábado, 8 de diciembre de 2018

Ejercicio XI: La invención de Hugo.

1. Ficha técnica y artística de la película.
Título original: Hugo.
Año: 2011.
Duración: 127 min.
País: Estados Unidos.
Director: Martin Scorsese.
Guión: John Logan (Libro: Brian Selznick).
Fotografía: Robert Richardson.
Música: Howard Shore.
Reparto: Asa Butterfield,  Chloë Grace Moretz,  Ben Kingsley,  Sacha Baron Cohen, Helen McCrory,  Michael Stuhlbarg,  Jude Law,  Emily Mortimer,  Ray Winstone, Christopher Lee,  Richard Griffiths,  Frances de la Tour,  Martin Scorsese.
Productora: GK Films / Infinitum Nihil / Paramount Pictures. Productor: Martin Scorsese.
Género: Aventuras. Drama. Fantástico. Intriga | Años 30. Cine dentro del cine. Steampunk. Cine familiar. 3-D. Amistad.

2 Sinopsis.
París, años 30. Hugo (Asa Butterfield) es un niño huérfano, relojero y ladrón que vive entre los muros de una ajetreada estación de trenes parisina. Nadie sabe de su existencia hasta que le descubre una excéntrica niña (Chloë Moretz) junto a la que vivirá una increíble aventura...

3.Análisis argumental.
La magia, ciertamente, es uno de los aspectos más atractivos del cine. Desde sus orígenes, los espectadores han sido atrapados por escenas sorprendentes, en las cuales se llevan a cabo acciones imposibles de una manera que pudiéramos llamar mágica: las cosas salen de la nada y desaparecen, ocurren milagros y coincidencias inesperadas, recorremos toda una ciudad en un abrir y cerrar de ojos, surgen el amor y la esperanza donde reinaba la frialdad, los sueños se hacen reales, todo se puede ensayar, todo puede ocurrir. Georges Méliès tiene mucho que ver con la magia del cine. En sus más de quinientas películas realizadas a comienzos del siglo XX, este pionero exploró sin pausa los espacios mágicos escondidos detrás de la imaginación, descubriendo numerosos artificios y sorprendiendo a sus públicos una y otra vez con nuevos trucos y cuentos de hadas. Para él era natural, una extensión de la profesión que eligió desde joven, la de mago y artista de escenario, aún en contravía con los deseos de sus padres.   
Martin Scorsese y Johnny Deep han combinado esfuerzos y creatividad para crear  La invención de Hugo, una película excepcional, en la cual la protagonista es la magia del cine, personificada en la historia de Georges Méliès y su forma particular de hacer cine. Méliès se involucraba totalmente, era artesano, actor, diseñador, productor, director, financista, empresario, dibujante, artificiero de juegos pirotécnicos y escritor del guion, entre otros, mientras que  su esposa hacía de actriz principal. Todo esto lo ve el espectador, que recorre la historia de su vida a través de los ojos y los sentimientos de dos niños: Hugo e Isabella. Hugo es un pequeño e increíble maestro relojero, que se desliza ágilmente por los complejos mecanismos de precisión que regulan los relojes de la estación de trenes de París. Isabella es un ser de luz, una pequeña mujer soñadora, despierta y sensible. Ambos resultan involucrados en una aventura apasionante que llega hasta el fondo mágico del corazón cineasta de Méliès, para darle vida renovada. También esa aventura despierta nuestros corazones y los llena de ilusión.
El diseño del filme recurre a tres ideas fundamentales: la magia cotidiana, la magia del intento humano y la magia del amor. Nada mejor para apreciar la cotidianidad y la riqueza de sus giros, que una estación de trenes en una ciudad como París. Por ella pasan centenares de individuos, en apariencia, grises e indiferentes, cada uno ocupado en llegar a tiempo a sus destinos, con movimientos rápidos, extrañamente coordinados, pero capaces de pisotear a cualquiera que se atraviese sin perder su rumbo. En medio de ellos, Scorsese nos permite apreciar la belleza de los oficios y de las personas: músicos alegres y armoniosos que entretienen en un café, vendedoras de flores románticas, señoras regordetas y sabias, un inspector de estación gruñón y persistente, un comerciante de juguetes serio y exigente o un niño relojero que encuentra pasión en dar cuerda a los relojes y en armar complejos mecanismos. Como corresponde a un buen contador de historias, Scorsese no es avaro con los personajes y nos permite adentrarnos en sus vidas  con dos o tres pinceladas maestras.
Se puede plantear que toda buena historia de aventuras es una elaboración agitada, turbulenta, inesperada, sobre la capacidad humana para mantener la persistencia y el intento, a pesar de las circunstancias agobiantes. Esa es la fuerza que llevó a Méliès a transitar, aventurera y creativamente, por el mundo del cine. Le duró muchos años, para fortuna del cine, pero se agotó cuando esa magia interior se fue diluyendo ante la dureza del tiempo y la frialdad de la economía, de la competencia y del comercio. El libro de   Brian Selznick y la cinta de Scorsese plantean que el renacer del intento puede venir de la mano de la magia de los niños, con su energía fresca e inagotable, capaz de atrevimientos, de exploraciones, de sueños. Para que ello suceda, vale la pena inspirar al niño, sugerir e invitar, creerle. Esta es una idea muy recurrente en el cine constructivo, pero acá se desarrolla muy al estilo de Johnny Deep, con tonos grises, con los personajes viviendo sus aventuras ganadoras al borde del fracaso, para mantener la tensión.   
La magia del amor es un elemento esencial para resolver situaciones conflictivas en forma inspiradora. La magia se logra a través de miradas amorosas, de sonrisas confiadas, como bien se enseña en un momento singular del filme, en el cual Gustavo, el inspector de la estación, se deja llevar, hasta descubrir que aún los seres gruñones pueden amar y sonreír y que, en verdad, ello da lugar a transformaciones. Ben Kingsley, como George Méliès, deja ver en su intrepretación el efecto sutil de esta magia, a medida que ella lo va sacando de su negatividad enfermiza.   
Esta es una película hecha con todos los recursos y es vívido el contraste entre los medios creativos y económicos, con los cuales debió defenderse Méliès para hacer su trabajo, bella y didácticamente descritos en La invención de Hugo, y los grandes presupuestos y las sofisticadas herramientas digitales y de efectos especiales con los cuales se ha contado en esta ocasión para atrapar al espectador. Por ello, la película es excelente como reflexión sobre el cine, como descripción del oficio de cineasta, y es evidente que sus realizadores, a su vez grandes y reconocidos cineastas, muestran su reconocimiento a los creadores pioneros, que hicieron posible que contemos en la actualidad con las posibilidades tan bien utilizadas en esta cinta. Son especialmente bien hechas las tomas que nos muestran a París, lleno de luces y de movimientos  que, veloz y detalladamente, se van concentrando y condensando, convirtiéndose maravillosamente ante nuestros ojos en pasillos de estación repletos de personas y de eventos, para terminar en las miradas furtivas del niño Hugo, a través de la carátula de un reloj. La magia del cine nos permite ver la ciudad y las cosas con mirada de pájaro pensante, de alma humana en vuelo rasante, de niño inocente, de niña ilusionada y confiada, y eso se siente bien.

4.Análisis connotativo o crítico (personal).
Hugo Cabret es un niño de 12 años que vive con su padre, un hombre viudo, dedicado y cariñoso, maestro relojero en París, en los años 1930 y 1931.Su padre Jude Law, lleva constantemente a Hugo al cine, y adora las películas de Georges Méliès, el mejor cineasta de su tiempo. El padre de Hugo muere en un incendio producido en un museo y queda bajo la tutela de su tío, un relojero alcohólico responsable del mantenimiento de los relojes en la estación de tren de París.
Hugo vive entre las paredes de la estación, ajustando los relojes, robando alimento y trabajando en el proyecto más ambicioso de su padre: la reparación de un autómata estropeado, un hombre mecánico supuestamente capaz de escribir con una pluma estilográfica. Hugo roba piezas mecánicas en la estación con la intención de reparar al autómata, pero un día es capturado por el propietario de una tienda de juguetes, llamado Georges Méliès, que confisca a Hugo un pequeño cuaderno, heredado de su padre, que contiene los datos necesarios para llevar a cabo la reparación.
Para recuperar su cuaderno Hugo sigue al juguetero hasta su hogar donde conoce a Isabelle, una niña de edad similar a la suya que resulta ser la nieta de Méliès. La niña convence a Hugo de que vuelva a su casa y promete ayudarle a recuperar su cuaderno. Al día siguiente, Méliès entrega a Hugo un montón de cenizas afirmando que se trata de los restos de su cuaderno, pero Isabelle le informa de que el pequeño diario no ha sido quemado. Finalmente, Méliès se compromete a devolver el cuaderno a Hugo si este se lo gana trabajando en la tienda de trebejos, en compensación por todos los juguetes que había robado.
Hugo trabaja en la juguetería, y en su tiempo libre logra reparar el autómata, pero le falta una pieza, una llave en forma de corazón.
Hugo le descubre el cine a Isabelle, cosa que su padrino nunca le había permitido experimentar (se cuelan en una película de cine mudo, sin haber pagado entrada). Inicialmente, Hugo no confía en Isabelle e intenta librarse de ella, pero resulta que tiene en su posesión la llave para el autómata. Cuando los niños utilizan la llave para activar al hombre de cuerda, este reproduce la escena de una película. Hugo recuerda que es un filme del que su padre hablaba constantemente, recuerda que dijo haber sido su primera película Viaje a la Luna. Los jóvenes también descubren como el dibujo del autómata está firmado con el nombre del padrino de Isabelle: Georges Méliès.
En la casa de los Méliès, Hugo muestra el dibujo a Jeanne, la mujer de Georges, pero la esposa no revela nada a los niños y los obliga a esconderse en una habitación cuando su marido llega a casa. Mientras están los niños escondidos, Isabelle y Hugo descubren un compartimento secreto y accidentalmente desparraman viejos dibujos y fotografías de los trabajos de Georges, cuando los padrinos de Isabelle entran en la habitación. El viejo Georges se siente traicionado y deprimido.
Hugo se hace amigo del dueño de una librería que le había mostrado Isabelle en la estación. El propietario de la librería presta su ayuda a los niños en su búsqueda de un libro sobre historia cinematográfica. Tras dar con el libro, quedan muy sorprendidos al comprobar que el autor, Rene Tabard, afirma que Georges Méliès murió en la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial). Mientras intentan comprender la razón de tan tremendo error, Monsieur Tabard aparece en persona y los niños cuentan al hombre que Méliès aún vive. Tabard revela ser un gran admirador de los trabajos de Méliès, e incluso posee una copia de Le Voyage dans la Lune.
Más tarde, Hugo y Tabard, con ayuda de Isabelle, se dirigen a casa de Méliès con la intención de ayudar al viejo cineasta. Al principio, no son bien recibidos por Jeanne, que pide a sus inesperados invitados que se marchen antes de que su marido despierte. Cuando Tabard reconoce en ella una de las actrices más recurrentes en la obra de Georges, Jeanne acepta su oferta de mostrar la cinta de Le Voyage dans la Lune. Mientras vislumbran la película, Georges aparece repentinamente despertado por el sonido del proyector y explica cómo llegó a ser cineasta, a crear películas; cuenta cómo inventó los efectos especiales y cómo perdió la fe en el cine tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, viéndose forzado a vender sus trabajos para conseguir algo de dinero, y de cómo abrió la juguetería para poder sobrevivir. También piensa que el autómata, una de sus creaciones estrella, fue destruido en el incendio producido en el museo, y que nada queda de los trabajos de su vida.
Hugo decide regresar a la estación para devolver el autómata a su dueño original. A su llegada, es arrinconado por el inspector de la estación y su perro. El niño logra escapar y corre a lo más alto de la estación, donde se encuentra la torre del reloj principal. Hugo se esconde subiendo a las agujas del reloj. Una vez burlado el inspector, Hugo corre en busca del autómata para huir con él de vuelta a casa de Isabelle y sus padrinos, pero es apresado por el inspector y el autómata cae a las vías del tren. Hugo intenta salvar al hombre mecánico arrojándose a las vías, a pesar de la inminente proximidad de una locomotora. Todo indica un desenlace trágico, pero el inspector salva al niño y al autómata y procede a su detención. Hugo discute con el oficial y aparece Georges, que reclama al niño alegando que se encuentra bajo su tutela.
Finalmente, Georges realiza una espléndida gala conmemorativa por su trabajo y Tabard anuncia que han podido rescatar y restaurar unas 80 películas del director. Georges agradece a Hugo sus acciones, y luego invita a los asistentes a "perseguir sus sueños".

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