sábado, 8 de diciembre de 2018

Ejercicio X: El silencio de los corderos.

1. Ficha técnica y artística de la película.
Título original: The Silence of the Lambs.
Año: 1991.
Duración: 115 min.
País: Estados Unidos.
Dirección: Jonathan Demme.
Guion: Ted Tally (Novela: Thomas Harris).
Música: Howard Shore.
Fotografía: Tak Fujimoto.
Reparto: Jodie Foster,  Anthony Hopkins,  Scott Glenn,  Ted Levine,  Anthony Heald, Diane Baker,  Brooke Smith,  Tracey Walter,  Kasi Lemmons,  Chris Isaak, Charles Napier,  Roger Corman,  Frankie Faison,  Paul Lazar,  Daniel Von Bargen, Cynthia Ettinger.
Productora: Orion Pictures.
Género: Thriller. Intriga | Crimen. Thriller psicológico. Policíaco. Película de culto. Asesinos en serie. Secuestros / Desapariciones.
Grupos: Hannibal Lecter.

2 Sinopsis.
El FBI busca a "Buffalo Bill", un asesino en serie que mata a sus víctimas, todas adolescentes, después de prepararlas minuciosamente y arrancarles la piel. Para poder atraparlo recurren a Clarice Starling, una brillante licenciada universitaria, experta en conductas psicópatas, que aspira a formar parte del FBI. Siguiendo las instrucciones de su jefe, Jack Crawford, Clarice visita la cárcel de alta seguridad donde el gobierno mantiene encerrado al Dr. Hannibal Lecter, antiguo psicoanalista y asesino, dotado de una inteligencia superior a la normal. Su misión será intentar sacarle información sobre los patrones de conducta del asesino que están buscando.

3.Análisis argumental.
A Clarice, una joven estudiante del FBI, le será encomendada la misión de realizar un estudio psicológico del psicópata asesino en serie Hannibal “el Caníbal” Lecter, que se encuentra en una prisión de máxima seguridad, con el objetivo de coopere con el FBI para dar con otro criminal que está volviendo loca a las autoridades: Buffalo Bill. Cuando Hannibal accede a dar pistas sobre la identidad de este asesino en serie, un antiguo paciente suyo, a cambio de información sobre el pasado de Clarice, la vulnerable joven entrará de lleno en un peligroso juego psicológico donde su vida correrá peligro.

“El Silencio de los Corderos esconde muchos secretos que un primer visionado no termina de reconocer”
Aunque aparentemente El Silencio de los Corderos sea una película lineal y poco enrevesada, esconde muchos secretos que un primer visionado no termina de reconocer. Esclarecerlos es la función del espectador atento, por lo que me dispongo, tanto por cinéfilo como por estudiante de cine, a analizarlos, desvelando uno por uno los detalles más imperceptibles y a la vez fundamentales de la película.

“Lecter aparece como un medio que Clarice utilizará inconscientemente para conseguir su objetivo”
Antes de nada me gustaría que todo el mundo tuviese claro un dato imprescindible para poder entender correctamente el título en cuestión: “El Silencio de los Corderos” trata sobre la metamorfosis. La evolución de un ser a otro. La polilla calavera, que para muchos pasó completamente desapercibida y que solo se recuerda porque aparece en el poster de cine, representa esa metafórica transformación de una simple larva en una bella mariposa. Lo mismo pasará con Clarice (Jodie Foster), que comenzará siendo una joven mujer inexperta rodeada de peligros, sola en un mundo de hombres, la cual se verá forzada a evolucionar y autorrealizarse para conseguir su objetivo: sacar de su cabeza los chillidos de los corderos que la persiguen en pesadillas desde su infancia. Dicho esto creo que queda bastante claro que el mero hecho de la existencia de “personajes secundarios” como el de Hannibal Lecter es completamente circunstancial y sirve de cauce para que Clarice evolucione a ese “yo” realizado. Por lo tanto, me atrevería a decir que Lecter aparece como un medio que Clarice utilizará inconscientemente para conseguir su objetivo. Buffalo Bill es, en cambio, un hombre que intenta realizar esa transformación de manera inversa. En este caso su objetivo es realizar un cambio de sexo para poder llegar a la catarsis interior. Buffalo Bill pretende evolucionar a una mujer haciéndose un traje con pieles de adolescentes, y la indefensa Clarice pretende destacar en un mundo machista: la ambigua contraposición, creo, está bastante clara.

“La planificación de las escenas provoca que el espectador se sienta observado”
Jonathan Demme, al igual que el guionista Ted Tally y el autor de la novela, Thomas Harris, plagaron de pequeños detalles muchas de las secuencias que se suceden en la historia. El perfecto montaje que, aunque a veces resulte lineal, es verdaderamente hermoso, y la planificación de las escenas provoca que el espectador se sienta observado. Muchas veces los actores interpelan al propio “videante” (los vocablos de “La Naranja Mecánica” han pasado a mi diccionario personal), dando como resultado la sensación de sentirse tan Clarice como Jodie Foster. Lecter mira a cámara cuando la conoce por primera vez y es imposible evitar el estremecedor escalofrío que recorre nuestra espina dorsal. Esto y una de las interpretaciones más electrizantes de la década consiguen envolvernos en la claustrofóbica y angustiosa atmósfera que rodea a Clarice (o, si se prefiere, “nos rodea”, pues en el fondo todos somos esa joven estudiante vulnerable). Esta interpelación también resultará efectiva cuando Clarice se encuentre rodeada de policías que la miran fijamente desde arriba, situando la cámara en contrapicado, dando la sensación de pequeñez e inferioridad. Sin embargo, como bien se ha dicho anteriormente, la protagonista sufre una constante evolución ante todas las adversidades de este mundo plagado de hombres (u obstáculos) y consigue superarlas con éxito.
También considero necesario destacar el primer punto de giro que se produce en la película y que, probablemente, sea la metáfora más hermosa y difícil de interpretar que haya encontrado en años. Lo que es más, si mi profesor de guión no me la hubiese puesto delante de las narices, no la habría descifrado correctamente. Me estoy refiriendo a aquella secuencia en la que Clarice entra en el almacén “Su Interior” (otra pista) después de intentar desbloquear la puerta de entrada (otro obstáculo que se interpondrá en su camino en el que los dos hombres que tiene a su lado no la ayudarán), arrastrándose por el suelo y cortándose. Se muestra un primer plano de una insignificante herida, algo que resulta irónico teniendo en cuenta la cantidad de violencia implícita con la que cuenta la película. Y la interpretación de esto es la siguiente: “Clarice se ha visto obligada a sortear todos los obstáculos que se han interpuesto en su camino. Ese instante en el que cruza la puerta significa que ha entrado en una nueva etapa de su vida y que no habrá marcha atrás. La herida es la primera sangre de la mujer desde que está en el FBI y de algún modo ha perdido la inocencia y está dispuesta a seguir con el caso hasta el final.” ¿No es verdaderamente hermoso que un simple plano pueda mostrar tantas cosas?

“Gratitud hacia Sir Anthony Hopkins por habernos regalado la mejor actuación de toda su carrera”
Ahora, y sin ánimo de extender demasiado este comentario, me gustaría mencionar que “El Silencio de los Corderos” es una película de actores. Jodie Foster interpretando el papel de Clarice derrocha madurez en la interpretación y da como resultado una actuación soberbia. Sobran las palabras para expresar la gratitud hacia Sir Anthony Hopkins por habernos regalado la mejor actuación de toda su carrera (atención al no parpadeo de Hannibal, idea del actor – ahora no me imagino a Jack Nicholson, uno de los tantos actores que rechazó el papel, en la piel del caníbal). Por otra parte, la película es brutal, violenta y sanguinaria, pero siempre de una manera implícita: nunca se muestra frente a nuestros ojos, aunque podemos imaginarlo claramente (véase la fotografía que le muestra el doctor Chilton a Clarice antes de conocer a Lecter o cuando él mismo mata a porrazos a uno de los dos policías que lo custodian).

“Una aterradora y al mismo tiempo cautivadora historia que no dejará indiferente a nadie”
Por lo demás, los cinco Oscar que recibió la obra de Demme (película, director, actriz principal, actor principal y guión adaptado) han convertido esta metáfora sobre la metamorfosis en una de las tres únicas películas que pueden jactarse de haber conseguido estos cinco principales Premios de la Academia (las otras dos son “Alguien voló sobre el nido del cuco” del insuperable Milos Forman y “Sucedió una noche” del maestro Frank Capra). Una verdadera maravilla. Una obra de arte. Una aterradora y al mismo tiempo cautivadora historia que no dejará indiferente a nadie. La recomiendo encarecidamente.


4.Análisis connotativo o crítico (personal).
Si pensamos en el cine, nos damos cuenta de que nada en una película está hecho casualmente. Todo conlleva un estudio anterior que, en un cierto modo, da un significado más intrínseco, que va más allá de lo que vemos en la pantalla. El simbolismo cinematográfico se esconde detrás de objetos en una habitación, encuadres, tomas, miradas: cualquier detalle no es un caso, sino que simboliza otro aspecto invisible a ojos “desnudos”, ya que se necesita una cierta capacidad interpretativa.
En El silencio de los corderos, una película que contiene muchos aspectos enigmáticos no solo en la trama, sino también en la estructura narrativa y en el montaje, esconde una continua alternancia de símbolos.
Empezando por el cartel, uno de las más famosos sin duda alguna en la historia del cine: vemos a una mujer en primer plano (la misma Jodie Foster) con una polilla en los labios. Esta mariposa nocturna es un insecto de por sí simbólico, llamado también esfinge de la calavera: esta expresión tiene una motivación muy clara y es que en la parte dorsal del animal hay una mancha blanca con unos puntitos negros, que recuerdan una calavera. Para crear un efecto aún más inquietante, ha sido colocada, en lugar de la mancha verdadera, una fotografía artística de Salvador Dalí y Philippe Halsman, titulada In Voluptas Mors, donde los cuerpos desnudos de las siete mujeres representadas forman justamente una calavera.
La decisión de utilizar esta foto es una metáfora que llama el eterno dualismo entre Eros y Tánatos, el amor y la muerte, provocando, en este sentido, un mensaje subliminal en el observador.
Pero ahora vamos a la historia en sí. Clarice y Hannibal son los protagonistas principales que mueven los hilos de una trama llena de enigmas y de secretos. En su libro Símbolos y mitos en El silencio de los corderos, Olavo Carvalho, a través de las continuas referencias citadas que Hannibal Lecter hace respecto a la filosofía de Marco Aurelio, ve entre estos dos personajes el conflicto entre la inteligencia humana y la astucia diabólica o, más bien, entre las virtudes del hombre (personificadas por Clarice) y las tentaciones del diablo (interpretado por Hannibal), que intenta corromper a la joven, aunque sea siempre en vano.
Muy interesante también la comparación simbólica que Carvalho realiza entre los personajes. Hay una especie de hilo que conecta a los cuatro protagonistas que él define como opuestos complementarios, es decir, Clarice, Lecter, Gumb y Crawford. Peculiar la relación entre Lecter y Gumb (nombre que deriva de gumbe, un tambor africano hecho de piel): Lecter es una persona fría, sólo mata a sus verdugos y prueba desprecio hacia ellos: se considera superior y las juzga; Gumb es pasional y no tiene autocontrol, sólo mata a víctimas inocentes que aprecia y hacia las cuales prueba una especie de atracción: mata a las personas que tienen algo que a él le falta.
Lecter además se come a sus víctimas, hasta englobarlas: las mata para seguir existiendo;  mientras que Gumb quiere entrar dentro de ellas hasta vestirse con su piel, pero mata para morir como un hombre desgraciado en búsqueda de una muerte que le permita volver a nacer.
En fin, Lecter y Gumb se parecen porque ambos predican el mal, pero lo hacen de forma distinta. Carvalho recuerda que la relación entre los dos es el aspecto más enigmático de toda la historia, y nosotros añadimos que quizás se quede irresuelto hasta el final (la película nos hace intuir que ya se conocían, pero no se entra en los detalles de este contacto anterior), ya que lo que necesita el espectador no es aclarar estas relaciones, sino entender los mecanismos psicológicos que se instauran entre todos los protagonistas y que, inevitablemente, se influencian mutuamente. El filme sugiere y esto es parte del juego narrativo: los símbolos sólo son pistas.
Clarice Starling (cuyo nombre significa “claridad” y su apellido “estrella luminosa”, es decir la que hará luz a una situación oscura en la que está viviendo) es una mujer que se mueve muy bien, ya que entiende que la clave para hablar con Lecter es la sinceridad. De hecho, ella misma se “desnuda” completamente, contándole su trauma más íntimo, es decir el que tuvo escuchando a los corderos “llorar” durante el proceso de matanza.
Lecter (“lector”, el que lee en las almas), al revés, es un personaje que insinúa siempre algo más allá de lo que dice. Hay una frase muy peculiar, quizás una de las más famosas en la historia del cine, que pronuncia Hannibal: “Me comí su hígado acompañado de habas y un buen Chianti”. Con esta citación inquietante, Lecter quiere hacer entender a Clarice Starling que su mente no está ofuscada por los fármacos.
Esto porque en un manicomio criminal los detenidos toman unos medicamentos inhibidores que, acompañados por algunos alimentos específicos, podrían ser muy dañinos para el organismo. El doble sentido genera un cinismo y una ironía que caracterizan no sólo el personaje de Hannibal, sino también el atmosfera de la película.
Es preciso recordar también que en el filme hay una presencia enorme de la mitología, que subraya la presencia de unos mismos arquetipos que se repiten continuamente en la psicología humana. Lecter es una especie de Caronte, guardián del infierno, que guarda secretos oscuros. A esto hay que conectar el significado de la mariposa de la especie de las Acherontia atropos, es decir Aqueronte, el río que separaba el mundo de los vivos del mundo de los muertos.
La sugerencia, el simbolismo, el sarcasmo, el cinismo, son todos ingredientes necesarios para que la película asuma una cierta solemnidad mítica, ya que más que un cierto punto o significado no podemos alcanzar y el resto se queda en las interpretaciones que cada uno de nosotros realiza y construye.
Y lo más inquietante es que ninguna de ellas será equivocada.

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