En el pasillo de innumerables puertas, andaba un hombre dando tumbos cansado y sediento. Este llevaba días perdido en este laberinto de puertas, abriendo una a una para ver que escondía cada puerta. A veces escondían cosas bonitas y a veces cosas temibles...
Pero el hombre ya no temía lo que se escondía detrás de las puertas, temía no poder salir de allí.
No sabía como había llegado y tampoco sabía como salir de allí. Siguió caminando cada vez más cansado...
Ya, al borde de desfallecer el hombre encontró una sala, esta estaba llena con 12 puertas. En cada puerta había un número y en el medio de la sala una mesa ovalada y alargada con un pergamino abierto, en este se hacía la pregunta: ¿Qué hora es?
En la sala entraba la luz del sol.
El hombre después de horas aguantando al borde de la muerte encontró que la mesa se movía con un mecanismo y el sol era el responsable de indicar el camino con su sombra.
Pasó por la puerta número siete y...
Allí estaba su salida, el bosque donde se quedó dormido, ya reconocía el camino.
Pero... Había algo fuera de lo normal...
Allí sentada entre las flores se encontraba una mujer joven de pelo gris y túnica blanca sujetando una rosa negra.
Él tuvo el impulso de acercarse y quitarle la capucha de la túnica para verla mejor.
Pero en el momento de agarrar la capucha ella le miró con unos ojos grises sin vida y una piel pálida como la nieve y él se desplomó.
No se supo nada de aquel hombre jamás.
Aún se puede escuchar la leyenda del laberinto del ángel caído.
Todos los que entren en el bosque no saldrán ya que van en busca de sus deseos codiciosos y éste ángel termina castigando con la muerte tras acabar poco a poco con la mente de los pecadores...
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